Música; el sonido de la historia.
La música, desde siempre, ha ejercido como elemento transmisor de todo lo que social y políticamente ha ido sucediéndose a lo largo de la historia. Por una parte significó el reflejo del poder ejercido por burguesías, monarquías e incluso la Iglesia. Por otra, sirvió como elemento revolucionario ante injusticias y determinados órdenes establecidos. Es decir, la actividad paralela de la música como ostentación de poder de las clases más altas, mostrando los valores que esta representaba, y a su vez ingrediente esencial propio de las críticas y denuncias del sistema, preconizando en ocasiones incluso cambios políticos venideros.
Otro ejemplo podría ser el de Gershwin, que con el musical Porgy and Bess, el compositor trató temas como la marginación social y las drogas. El hambre, la prostitución, los problemas raciales y la delincuencia, sitúan la acción en la sociedad norteamericana de la Gran Depresión.
Shostakovich estaba convencido de la función ideológica que la música debiera tener con la sociedad. Cuestionado en diversas ocasiones por el propio régimen, el compositor pudo ejercer de forma más libre con la muerte de Stalin, pero su música sigue siendo la máxima expresión cultural de la antigua URSS.
Son muchos los compositores que podríamos llegar a citar en este artículo (Prokofiev, Dvorak, Bartok, Ives, Barber, Bernstein, Falla, Turina) pero mi pretensión era la de reflejar la importancia que el arte en general, y la música en particular han ejercido a lo largo de la historia, también como herramienta de difusión de ideas y valores de las diferentes realidades sociales y contextos históricos.
A partir de la segunda mitad del siglo XX, podemos apreciar cómo este roll que durante siglos ejerció lo que denominamos música culta, ha sido sustituido por otras expresiones como el cine, la música comercial o de autor, o incluso programas de televisión, contribuyendo a su vez a enfriar la demanda del público por las nuevas composiciones, las cuales, aunque siguen teniendo su espacio, gozan en la actualidad de una menor repercusión. El público sigue reclamando la interpretación de las grandes obras del pasado, especialmente del siglo XVIII y XIX, y en sustitución a los grandes compositores, son los intérpretes los que han ganado una considerable notoriedad.
Por todo ello deberíamos considerar de vital importancia la formación educativa en materia artística, ya que esta significará parte primordial del bagaje necesario en la participación, contemplación y crítica artística, siendo así la mejor garantía de evolución cultural y social. Conocimiento para discernir, criterio para escoger y saber para alcanzar la libertad.
Pep Vila (músico)
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