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Guerra cultural; un conflicto de identidades
El artículo que hoy les presento, se articula en referencia a una noticia que los medios publicaban semanas atrás, y que no es más que una realidad delirante bajo mi punto de vista, pero cada vez más presente en nuestra sociedad. Por ficticio que parezca, la realidad es mucho más triste. La noticia decía lo siguiente: 

“Profesores de Oxford consideran la «música clásica» un «sistema colonialista» que puede producir «gran angustia a los estudiantes negros» y proponen sustituirla por pop.”

Antes de nada, creo necesario señalar que también hay numerosos compositores de color que aportaron importantes influencias en la música clásica europea y americana: Joseph de Boullongne (1745–1799), Florence Price (1887–1953), George Bridgetower (1778–1860), William Grant Still (1895–1978), Samuel Coleridge-Taylor (1875–1912), George Walker (1922–2018). 

Volviendo a la noticia, el análisis de tal afirmación no es para nada sencillo, ya que por una parte debemos tener en cuenta lo que a nivel académico o pedagógico esto pudiera suponer. Por otra, y sinceramente creo que más preocupante, qué ha motivado a la universidad a llegar a tal conclusión y barrer de las aulas varios siglos de historia musical. Es como, y permítanme la comparación, querer formar buenos psicólogos o psicoanalistas sin conocer las teorías de Freud, las aportaciones de Winnicott, las teorías de Melanie Klein o la psicología analítica de Jung. Bajo mi punto de vista, un verdadero despropósito.

Hoy quiero referirme a la segunda parte del planteamiento, ya que doy por sentado el pleno conocimiento sobre la materia que al profesorado se le presupone. Pero soy consciente que trato un tema sensible y sensibilizado con plena consciencia por aquellos quien, cuidando sus propios intereses, nos obligan a danzar entre dislates y sandeces de todo tipo.

Bajo mi punto de vista, no es casual que cada vez con más frecuencia asistamos a este tipo de noticias y manipulaciones que evidencian una deformación intencionada de la realidad. En este caso es la “música clásica” la gran damnificada al ser considerada agresora de ciertas sensibilidades, pero podríamos citar numerosos ejemplos. Es más, me atrevería a vaticinar que en breve aparecerán otras instituciones o universidades que desgraciadamente seguirán sus mismos pasos.

Cambiemos la perspectiva por un momento. ¿Sería lógico demandar el cierre de las universidades por ser instituciones que históricamente promovieron y practicaron la segregación racial? De hecho, en el año 2017, muy reciente aún, la Universidad de Oxford y la Universidad de Cambridge fueron señaladas por su propio gobierno por practicar un “apartheid social” porque no admitían en muchas de sus facultades a estudiantes de color. Ciertamente, no tendría sentido.

Actualmente asistimos a una anulación del debate social pretendiendo convertir en verdades indiscutibles lo que en realidad podrían ser verdades contradictorias. El análisis dicotómico (blanco-negro) de lo que nos acontece o de qué es lo político y socialmente correcto, parece anular lo que por sentido común debiéramos considerar sobre aquellos aspectos que rigen la cultura y la sociedad. Por supuesto que tenemos que combatir la segregación racial, entre muchas otras causas, pero considero que no debiéramos atender medidas absurdas que convierten causas justas en delirios colectivos que cercenan el sentido común del debate social.


  "Actualmente asistimos a una anulación del debate social pretendiendo convertir en verdades indiscutibles lo que en realidad podrían ser verdades contradictorias. "

Las guerras ideológicas a las que actualmente denominamos guerras culturales, entendiendo como cultura al conjunto de valores, creencias y costumbres que permean una sociedad, han estado presentes a lo largo de la historia por motivos diversos, pero todas ellas con un mismo fin: la hegemonía social y cultural del pensamiento único. Ya en el siglo XVI podemos asistir a uno de los más importantes movimientos propagandísticos de desprestigio cultural al que hoy nos referimos como leyenda negra. La divulgación tergiversada y retorcida de ideas y hechos originada en los países protestantes, tenía como único fin deslegitimar la hegemonía cultural, política y social del Imperio Español en su Siglo de Oro.

En otro momento histórico, podemos apreciar la sofisticada maquinaria de propaganda que los nazis desarrollaron para difundir calumnias sobre sus oponentes políticos y judíos con la evidente intencionalidad de justificar la guerra. La llamada Guerra Fría podría ser otro ejemplo de lucha por la supremacía de una visión para el mundo. Los EEUU y la URSS de Stalin rivalizan por la imposición de una determinada visión política, social y económica del mundo.

Actualmente, con un mundo dividido en infinitas minorías, asistimos de nuevo a lo que podríamos considerar como un ataque al corazón de los pueblos. La destrucción de la cultura, ahora sí entendida como expresión y materia artística, ha sido desde siempre una herramienta eficaz para socavar la memoria, los valores y el legado colectivo de aquellos que se han considerado enemigos de una causa. Pero el valor material e inmaterial de lo que perdemos no es tenido en cuenta por ninguna de las partes. Sólo el fin justifica el precio, sin la mínima intención de generalizar una visión transversal que permita convivir valores éticos y conductas sociales respetuosas y permisivas para con los demás.

Con todo, me pregunto cuánto más tendremos que eliminar de nuestras aulas, cuántos siglos estamos dispuestos a borrar de nuestro pasado, cuántos artistas, escritores, intelectuales y demás personajes a lo largo de la historia condenaremos al anonimato con el único fin de silenciar aquello que es susceptible de rebeldía cultural o ideológica sobre un planteamiento de pautas y comportamientos sociales únicos e indiscutibles, y no tanto por su contenido, sino por su forma y contexto.

La llamada guerra cultural está hoy más presente que nunca; tanto que ya no deja espacio a la elección libre del individuo para con sus actos y pensamiento.


Pep Vila (músico)

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