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La Libertad; el reflejo de lo convenido
En esta ocasión quiero dedicar un espacio a ese concepto etéreo que tanto nos seduce, pero que tan frágilmente se desvanece. Ese concepto, repleto de matices, promete romper nuestras cadenas y liberarnos de las restricciones. Me refiero al concepto de libertad.
¿Qué es la libertad? O mejor dicho, ¿cómo la entendemos y por consiguiente, cómo actuamos frente a la autonomía que nos brinda? 

No es tarea fácil encontrar una definición que colme al detalle el significado tan amplio que conlleva el concepto. Tendemos a pensar que somos libres, cada cual con su interpretación del término. Pensamos que somos libres porque podemos ejercer nuestro derecho a voto cada 4 años, o  porque elegimos lo que comemos, dónde vamos, cómo vestimos, qué estudiamos o a qué nos dedicamos. Cualquier margen de acción, dentro de nuestra propia capacidad para elegir el qué, el cómo y el cuándo, es celebrado como un privilegio que a su vez no está exento de normas, valores y restricciones sociales. Cualquier elección conlleva una responsabilidad, y a su vez unas consecuencias. Partiendo de este precepto, ¿estaríamos hablando de una verdadera libertad o simplemente una libertad a medias?

Para muchos, la libertad es poder hacer lo que queremos cuando queremos; es decir, no tener límites. Personalmente no lo entiendo así. Pienso que es una reducción banal que degrada el concepto y que prioriza el ego por encima de cualquier respeto hacia el proyecto de vida ajeno.

Para Sartre, por ejemplo, la libertad es una maldición para el hombre. Según él, estamos condenados a ser libres, y que nuestras elecciones siempre acabarán atándonos. Hegel afirmaba que “la libertad es conciencia de la necesidad”, es decir, el conocimiento y la aceptación de aquello que, por las propias leyes naturales o por imposiciones sociales, nos es preciso considerar y respetar, detrayendo el ego en beneficio del bien común.

Entre todas estas afirmaciones, me guastaría destacar la del filósofo Antonio Escohotado, el cual afirmaba que “la vida es pura exigencia, límites. Una libertad que no sea responsabilidad es fraude.” Me parece una idea muy bella del término, ya que antepone la responsabilidad individual ante cualquier radio de acción. La acción libre y consciente del individuo no debe prevalecer sobre la integridad ética, física ni emocional de terceros.

  "Por momentos vemos como nuestro campo de acción, e incluso de pensamiento, es mermado y acotado con descaro, para con ello determinar el camino por el que, obedientes todos, desfilamos sin cuestionar los esquemas preestablecidos e impuestos por unos pocos. A mi juicio, la aniquilación del verdadero sentido del propio ser."

Todas estas afirmaciones, aunque con matices, conllevan lo anteriormente dicho. Nos sentimos libres por la capacidad que tenemos de poder elegir, y sin embargo el rango de aquello sobre lo que podemos o no elegir nos viene impuesto, bien por las propias normas de la naturaleza o bien por las normas sociales y culturales establecidas. De hecho, incluso eludiendo cualquier restricción natural o social, podemos comprobar que también nuestros actos están sometidos a prejuicios personales fruto de nuestra propia ética y valores morales.

¿Podemos así decir que somos plenamente libres?; ¿Podemos asegurar que somos individuos con plena autonomía para tomar decisiones y ejercer así el control que se presupone para nuestra propia vida?

Sinceramente, pienso que no. Por momentos vemos como nuestro campo de acción, e incluso de pensamiento, es mermado y acotado con descaro, para con ello determinar el camino por el que, obedientes todos, desfilamos sin cuestionar los esquemas preestablecidos e impuestos por unos pocos. A mi juicio, la aniquilación del verdadero sentido del propio ser.

Con todo, podemos advertir que la complejidad que abraza a la libertad la convierte en una contradicción con ella misma, por lo que tal vez considero que al final es solo una elección, un proceso por el que llegar a ser y poder construirse, más allá del propio estado que nos brinda.

Tal vez es momento de plantearnos si realmente gozamos de una verdadera libertad, que nos permite cuestionar y desafiar lo convenido, sin miedo al juicio ni a la cancelación, y que nos permita además construir una vida que, como escribe Fabián Barrio, “resuene con nuestra propia voz”. O si por el contrario el cerco ha acotado tanto nuestro margen de acción que solo se nos permite saborear un eco residual del propio término.


Pep Vila (músico)


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