Música contemporánea; un arte especulativo.
Recientemente asistí a un pequeño debate, espontáneo e improvisado, sobre lo que significa para el público actual lo que denominamos convencionalmente como “música contemporánea”. Como en otras ocasiones y debo reconocer que lo esperaba, la conversación devino en un tema mucho más amplio y complejo si cabe. ¿Qué podemos y no podemos considerar “arte”?, ¿Qué características debe reunir una obra para poder considerarla “artística”?
En primer lugar, creo que sería justo esclarecer a qué nos referimos con la denominación de música contemporánea. El término tiene diferentes aceptaciones, tanto referido únicamente a la música clásica, en la que no hay consenso al situar sus inicios, o la referida también a la música popular actual o de vanguardia, como la electrónica o la experimental entre otros tantos estilos. En este artículo únicamente me voy a referir a la primera, aunque seguramente no habría grandes diferencias si nos refiriéramos a todas.
Con todo ello no quiero decir que en ocasiones me haya sentido defraudado ante alguna propuesta artística. Personalmente, y puede que por deformación profesional, necesito apreciar algunos aspectos en la obra que me permitan valorar la capacidad comunicativa del compositor. La técnica y el conocimiento compositivo son esenciales para poder transmitir lo que estéticamente se pretende. Sin ello, simplemente puede resultar un largo discurso carente de contenido.
Como en otros momentos históricos, será precisamente la historia la que discrimine o seleccione lo que realmente tiene valor artístico o no, desenmascarando lo superfluo o elevando lo que realmente tiene alma. Como se suele decir “para gustos, colores”. No despidamos al cocinero antes de degustar su comida.
Pep Vila (músico)
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